Señor, extraño más de lo que pensé extrañaría. Mi esposo se fué, mi hija se casó y mi hijo muy pronto se irá; han salido a buscar sus sueños, a navegar por las inciertas aguas de la vida y la edad adulta. En días ya pasados, clamé por paz y quietud, pero este silencio, esta quietud, es más ensordesedora que cualquier ruido de niños.
Padre, ahora hay un nuevo día en mi casa. Una nueva estación en la vida que tu me has dado. Ha llegado nuestra oportunidad, la oportunidad de esta Dama y su Señor. Es tiempo de que te conosca de maneras que no pude conocerte cuando los niños y los adolescentes tiraban de mis faldas. Es tiempo de adorar, tiempo de buscar tu rostro, tiempo de encontrar un lugar íntimo y completamente nuevo para ti.
Es tiempo de que este hogar te pertenezca como nunca lo ha estado antes. Ven y llena las habitaciones vacias, donde un día se escucharon las canciones de mis hijos, deja ahora que mi corazón te cante. Donde se sientieron reir y jadear las pequeñas voces, deja que ahora me maraville y me deleite en el Amante de mi alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario